MI BOCA ES MI MEDIDA Hagamos Alma

MI BOCA ES MI MEDIDA
Hagamos Alma

Si eres madre, padre, en este mundo tan convulsionado, tan deshumanizado, tan singularmente zombiezado, pregúntate ahora mismo si has educado a tus hijos de manera tal que no tengas dudas de que, en un momento como ese plasmado en la foto, reaccionarán de manera parecida a este hermoso joven que, con su serenidad y compasión, y con su propio cuerpo, protegió hasta que llegaron los paramédicos a la adolescente embarazada que, víctima de ese mismo mundo convulsionado, deshumanizado y singularmente zombiezado, se lanzó al vacío para acabar con su propia vida y con la de la criatura que durante cinco meses se había gestado en ella.
Respira aliviada, aliviado, si puedes ver a tu hijo o hija haciendo lo que hizo este muchacho, entre los carros, la prisa, la maquinaria implacable y veloz de lo cotidiano avanzando vertiginosamente, el calor, el ruido y el peligro, en un escenario en el que sólo reaccionaban la indiferencia, el  morbo de los curiosos y la huida de quienes no querían verse involucrados. Felicítate y felicítalo, si eres su padre o su madre.
Ahora bien, pregúntate también cómo reaccionarías, siendo madre o padre de una joven estudiante que te confiesa que está gestando un embarazo no deseado; pregúntate si has dado a tu hija y a tu hijo las herramientas para protegerse temprano cuando tengan relaciones sexuales consensuadas, y pregúntate si les has dado la confianza para contar contigo en cualquier caso y frente a cualquier adversidad, para que no se sientan aterrorizados ante los accidentes o las equivocaciones o las maldades. Mira a la muchacha de 17 años en el pavimento, y pregúntate también si podría ser tu hija. Entonces no respires aliviado, aliviada. Preocúpate con razón, activamente, y si puedes vuelve atrás. Cúrate en salud. Profundiza y haz crecer tu rol. Diles a tu hija y a tu hijo que vas a amarlos pase lo que pase; que estarás ahí para ellos pase lo que pase. Diles que lo único que no podremos sanar jamás será la muerte, sí la muerte, pero la del alma. Con tu ayuda, tal vez tus hijos lograrán pasar por esta vida tan difícil, sin enfermarla.
Ser padres, en tiempos como estos, demanda un trabajo más grande y mucho más importante que la manutención, la corrección, el consejo cliché, el estímulo para el éxito social y económico, llevarlos a los resorts para darles tiempo cualitativo o hablar con ellos por teléfono para saber cómo están. Ser padres y madres en este mundo convulsionado, deshumanizado y singularmente zombiezado, deberá ser un pacto de fe contigo mismo, contigo misma. Deberá ser pensarte y pensarlos. Darles herramientas para sentir y vivir con autenticidad el riesgo de estar vivos.  Atravesamos tiempos peligrosos y a veces, la única manera de escapar de ellos es salir volando con las alas de un alma humana sana. Nuevos instintos de sobrevivencia, de preservación de lo fundamental y lo trascendental, habrán de surgir en tiempos como este. Como padres, puedes cubrir con tus alas, el pensamiento y el vuelo de tus crías. Para eso, debemos recorrer el camino de retorno a unos orígenes casi olvidados. Volver a hablar del amor, de la solidaridad, de la justicia, de la transparencia y la autenticidad. Enseñarles a cultivar la sensibilidad (por ejemplo, si te ven leer, leerán; si te ven robotizarte frente a una pantalla de televisión, eso harán. Si te ven pensar, meditar,  vivir sin doblarte y sin hacerte parte de una cultura de violencia, arribismo, competencia frívola, eso aprenderán). 
Allí donde están esos dos muchachos, los de la foto, uno ofreciendo su corazón y la otra destrozándolo, está la pregunta esencial que deberás hacerte como padre, como madre. Y responderla haciendo alma. Porque de hacer alma es de lo que se trata esto de sobrevivir a esta película apocalíptica que es el mundo como hoy lo conocemos.  Un mundo convulsionado, deshumanizado y singularmente zombiezado.

Fuente: El Nuevo Diario


Por Martha Rivera-Garrido
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