“Las manos de mis dos niños se escaparon de las mías, intentamos quedarnos en el bote, pero el aire disminuía. Todo el mundo gritaba en la oscuridad. Yo no lograba que mi esposa y mis hijos oyeran mi voz” es el testimonio del Abdulah Kurdi, superviviente de uno de los botes inflables que se hundió cuando viajaban a Grecia desde Turquía, perdió a su esposa Rehan y sus dos niños Aylan de 3 y Galip de 5 años. Habían solicitado asilo en Canadá pero las autoridades lo denegaron.
Las dos embarcaciones zarparon e intentaron llegar desde la península de Bodrum, una conocida playa turística al sureste de Turquía hasta la isla griega Kos, era un trayecto de 6 kilómetros pero había riesgos por las corrientes, y las condiciones precarias de las embarcaciones que además no tenían ningún tipo de medida de seguridad. Los contrabandistas cobraron 2.000 euros por ese viaje, y sin conocer el motivo ambos botes se volcaron.
La fotografía de Aylan, de 3 años, que falleció y su cuerpecito yacía boca abajo en la playa se ha convertido para el mundo en un icono de la crisis de los millones de pequeños sirios que enfrentan la guerra, y que pierden su vida y sus familias buscando un nuevo horizonte. Aylan Kurdi, hoy es símbolo del drama migratorio.
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